Abies bracteata, o el abeto de Santa Lucía, es una de las especies de Abies más raras de Norte América. Esta conífera, que alguna vez tuvo una distribución más amplia, actualmente se encuentra restringida a cinco remotas localidades de la ladera occidental de las Montañas de Santa Lucía en la costa del centro de California. Para Evan Meyer, director ejecutivo de la Fundación Theodore Payne, la colecta de semillas del abeto de Santa Lucía que realizó en 2017 comenzó como un reto personal.
“Había habido generaciones y generaciones de botánicos y horticultores fascinados con este árbol quienes habían intentado colectar [semillas] y que habían fracasado muchas veces”, dice.
Hay numerosas razones por las que las semillas de estos largos y delgados árboles han sido colectadas escasas veces. El abeto de Santa Lucía es una especie que produce una gran cantidad de semillas algunos años (años semilleros), pero pocas o ningunas en otros. Además, los frágiles conos son de difícil alcance.
Y estos no son los únicos retos para colectar semillas de especies raras y amenazadas, como el abeto de Santa Lucía. Estas plantas se habitan en poblaciones pequeñas o en lugares perturbados donde el acceso es difícil, además, las plantas pueden producir pocas semillas o ser consumidas por depredadores.
“Se requiere mucho trabajo para ubicar las poblaciones, para asegurarse que la población esté lo suficientemente sana para que puedas colectar semillas un determinado año sin impactarla de manera negativa”, dice Naomi Fraga, directora de los programas de conservación del Jardín Botánico de California (anteriormente Jardín Botánico Rancho Santa Ana). “Nos enfrentamos a una pila de retos cada año durante la temporada de trabajo de campo”.

Para Meyer, la tercera fue la vencida. En 2017, después de haber intentado colectar las codiciadas semillas en dos ocasiones anteriores, Meyer le pidió a un amigo arborista que trepara a la copa del árbol. La operación no decepcionó: El germoplasma que Meyer y su amigo colectaron se encuentra ahora en un congelador del Jardín Botánico de California en Claremont, California—y no como un trofeo personal. Las semillas pueden resultar invaluables en los esfuerzos de conservación que se realizan ahora y los que se realizarán en el futuro. El cambio climático y la sequía son dos de las mayores amenazas para el futuro de esta especie endémica de restricción restringida, pero la reserva de semillas que Meyer logró colectar ofrece esperanza.
A las semillas de Abies bracteata las acompañan otras. El Jardín Botánico de California resguarda semillas de plantas raras y amenazadas de todo el estado y no es la única institución que hace ‘Arca de Noé’. Las semillas de plantas sin protección legal distribuidas en California están siendo colectadas y almacenadas en congeladores de 11 instalaciones como parte de la iniciativa Iniciativa de Rescate de Plantas de California (CaPR, por sus siglas en inglés). La colaboración surgió en 2015 para salvaguardar estas plantas y para aprender sobre su germinación y morfología de las plántulas.

En 2014, Meyer y Fraga encontraron que 59% de las plantas raras de California protegidas legalmente a nivel estatal y federal se encontraban bien representadas en colecciones ex situ. Por otro lado, 17% de estas plantas raras que carecían de estas mismas protecciones no contaban con representación fuera de su hábitat natural.
“Sabíamos que teníamos que catalizar las cosas para que esas plantas recibieran la atención que merecen para colectarlas”, recuerda Fraga.
Tras haber identificado este vacío legal y darse cuenta que varias instituciones en California ya colectaban semillas por su parte, Meyer, Fraga y sus colegas decidieron unir esfuerzos en una carrera contra el tiempo.
“Existen amenazas antropogénicas directas, que se están incrementando, y ahora tenemos que enfrentar la amenaza del cambio climático”, dice.
Christa Horn, coordinadora de CaPR, recientemente compartió los resultados del esfuerzo colaborativo durante el simposio titulado El Estado de la Biodiversidad organizado por el Museo de Historia Natural de San Diego. Horn mencionó que, para finales del 2020, los aliados de CaPR habían colectado 64% de las 1,166 especies raras y amenazadas cuyas poblaciones han disminuido drásticamente durante el último siglo. También dijo que el noreste del estado de California aún tiene poca representación en las colecciones.
CaPR no solo busca semillas. Cada vez que alguien como Meyer o Fraga va al campo, también registra información sobre el estado de las poblaciones de las que colectan semillas, muchas de las cuales no han sido vistas en más de cuarenta años.
“[En CaPR] no nos consideramos protectores de semillas para crear nuevas poblaciones en el futuro” dice Fraga. “Tenemos que resaltar que nuestro trabajo debería hacerse de la mano de la protección de hábitats y ecosistemas”.
Siguiendo lineamientos del Centro de Conservación de Plantas, los colectores únicamente toman el 10% de la planta para que las poblaciones silvestres se mantengan viables. También colectan semillas de plantas individuales, algo conocido como colección de línea materna, para incrementar la diversidad genética de los resguardos.

Y California no es la única región albergando esta riqueza de diversidad vegetal. La región florística de California es una zona caliente de biodiversidad global (hotspot) debido a su alta tasa de endemismo y al nivel de amenazas que enfrentan las especies nativas. La zona, que se extiende desde Santa Barbara en California, hasta el norte de la Península de Baja California, se caracteriza por su clima Mediterráneo con veranos calientes y áridos e inviernos fríos y húmedos.
Ya que las plantas no saben de línea imaginarias, CaPR ha extendido su alcance geográfico para incluir especies de plantas distribuidas en México. Desde 2018, la ecóloga Sula Vanderplank del Museo de Historia Natural de San Diego y el técnico Carlos González han estado en busca de plantas consideradas en peligro o amenazadas, tanto en Estados Unidos como en México, en el norte de Baja California.
“Cuando pensamos en conservar las plantas de California es super importante tomar en consideración su presencia en Baja California”, dice.
En esta etapa inicial, el objetivo de CaPR en México no es tanto colectar semillas, sino volver a localizar a las poblaciones de plantas raras utilizando viejos ejemplares de herbario u observaciones hechas por senderistas que suben sus fotografías a Naturalista, una red social mexicana donde las personas comparten sus observaciones del mundo natural en línea. A partir de su trabajo de localización, el par de investigadores han descrito una nueva especie.
“La mayoría de las nuevas poblaciones que estamos encontrando son por parte de observaciones de Naturalista de la gente”, dice Vanderplank.
Una vez localizadas, Vanderplank y González registran el estado de la población e identifican amenazas. Su objetivo es crear una base de datos de las especies raras y amenazadas de Baja California pues existe muy poca información al respecto. En las ocasiones en las que han llegado a colectar semillas, las envían a la Facultad de Estudios Superiores Iztacala (FESI) en el Estado de México, hogar del banco de semillas más importante del país.
Vanderplank lamenta la desaparición de las charcas vernales de California y reconoce el gran potencial de hacer conservación en Baja California, donde estos ecosistemas aún son parte del paisaje.
“Hay muchas oportunidades para proteger y conservar en Baja California que ya no existen en California. Si podemos pensar de una manera más binacional, podemos hacer mucho más para la conservación de estas especies raras. Es pensar en cómo poder conservar su presencia en Baja California”, dice.
Fraga, en California, está de acuerdo en que guardar germoplasma en bancos de semillas no debe ser la estrategia principal de conservación. “No existe manera de reemplazar la protección de las poblaciones silvestres de las que se colectan las semillas. Las colectas deben mejorar la conservación general de las especies en su hábitat natural”.