Anidado entre las montañas de la Gran Cuenca y de la Sierra Nevada, se encuentra el Desierto de Mojave, un lugar con duras condiciones ambientales donde las plantas trabajan duro por sobrevivir. Para muchas la clave del éxito está en los microambientes, pequeños espacios donde pueden acceder a más de los recursos que necesitan — especialmente agua. La diferencia entre el auge y el declive poblacional puede depender de que las plantas germinen bajo la sombra de un panel solar.
Ante el apogeo de la expansión de energía solar a lo largo del disierto, un grupo de investigadores de la Universidad de California en Santa Cruz y Davis se propuso entender cómo es que la infraestructura solar impacta las poblaciones de dos plantas anuales del desierto: Eriophyllum wallacei, una especie común y la especie rara Eriophyllum mohavense, que únicamente se encuentra en una pequeña área de suelos gravosos de la parte central del Desierto de Mojave. Ambas especies representan apenas una fracción de la gran diversidad florística de este desierto que puede ser afectada por el desarrollo de la energía solar. Su estudio fue publicado en abril pasado en la revista Ecological Applications.
Las plantas de ambas especies son diminutas y pasan desapercibidas a menos que uno observe desde un nivel completamente diferente — algo que rara vez hacen los desarrolladores de infraestructura solar. “Son plantas barriga,” dice la investigadora líder del proyecto Karen Tanner. “Tienes que recostarte sobre tu panza en el suelo para poder verlas”. Su baja estatura es una dificultad para quienes realizan las manifestaciones del potencial impacto ambiental que tiene la construcción de infraestructura solar.
Los resultados de las respuestas a paneles solares son ambiguos
Para evaluar cómo este par de margaritas responderá a los efectos de la infraestructura solar, el grupo de investigadores construyó estructuras experimentales para crear dos tipos de microhábitats: uno sombreado debajo del panel y otro, justo a su lado donde cae el agua de lluvia que escurre del panel.
El experimento transcurrió entre 2011–2018 e incluyó la intensa sequía del 2012. Fue un año tan seco que, de acuerdo a Tanner, ninguna de las plantas anuales creció — ni siquiera las especies no nativas invasivas. Este periodo también incluyó un evento de super floración en 2017 cuando los sitios estudiados recibieron casi 90% más lluvia que el promedio anual — una verdadera bendición después de años de sequía.

En los años de sequía, la sombra de los paneles solares ofreció alivio a la especie rara E. mohavense. Protegidas por la cubierta del panel, más semillas germinaron y más plantas florecieron. Pero tan solo a 55 km de distancia, donde E. wallacei vive, los investigadores encontraron menos plantas debajo del panel que en las parcelas control adyacentes. Los datos sugieren que E. wallacei prefiere baños de sol viendo que había menos plantas debajo de la estructura protectora.
Durante el periodo de alta precipiatación, la sombra generada por los paneles solares no beneficio a ninguna de las dos especies. De acuerdo a Tanner, esto puede deberse a una mayor competencia en la sombra donde otras plantas crean un tapete al escapar del calor del desierto. Sin embargo, durante esta temporada, ambas especies se ven favorecidas con la humedad extra que reciben en la zona donde escurre el agua de los paneles solares.
“Estos resultados están muy matizados”, explicó Tanner. Los efectos de la infraestructura solar dependen de la especie, el sitio y el año, lo que vuelve difícil hacer generalizaciones. “No sabremos cuáles son los impactos a menos que realicemos estudios como éste”, dijo.
El desierto puede no ser el mejor lugar para tener paneles solares
El desierto es un ambiente engañoso para los desarrolladores de infraestructura solar que buscan minimizar los daños ecológicos. A primera vista, zonas áridas como las que los investigadores estudiaron, pueden parecer sitios ideales para este tipo de desarrollo por la aparente falta de vida, pero el ecosistema y sus habitantes pueden cambiar dramáticamente. Dependiendo de las condiciones ambientales, algunas especies pueden no ser visibles cuando comienza el desarrollo.
“En un ecosistema como el Mojave, solo porque no veas [una planta] no significa que no esté ahí”, dijo Tanner. Aunque el desierto parezca tierra yerma, las diminutas plantas pueden estar escondidas en microambientes.
Ahora la pregunta es ¿cómo harán las compañías para mantener un balance entre la necesidad de generar energía verde y la de proteger de estos delicados ecosistemas? De acuerdo a Tanner, una solución sería construir paneles solares en las zonas del desierto que ya se encuentren degradadas para minimizar el impacto; o bien, instalar los paneles en los techos de construcciones cercanas a grandes asentamientos.
Shawn McCoshum, un consultor biológico para compañías energéticas quien no estuvo involucrado con el estudio, considera que el Mojave no es el mejor lugar para construir infraestructura solar, a pesar de la disponibilidad de espacio y abundancia de sol. Argumenta que, ya que las zonas urbanas están creciendo a una mayor velocidad de lo que se puede producir energía a partir del sol, los esfuerzos deberían estar encaminados a desarrollar tecnología en el ambiente urbano como paneles solares de instalación en techos. “Si pusiéramos paneles solares sobre los techos de nuevos negocios para abastecer la expansión urbana, podríamos dejar de lado las granjas solares”, dijo.
A pesar de esto, la investigación sobre los efectos de paneles solares en plantas como las margaritas del desierto merece más investigación. De acuerdo a McCoshum, incluso cuando existen plantas creciendo debajo de los paneles solares, pocos desarrolladores enfatizan la necesidad de conservar las comunidades existentes de plantas. De modo que, por el momento, comprender los efectos que estas estructuras tienen sobre las plantas es teórico. “Cuando observas las granjas solares en Google Earth o manejas para verlas, puedes ver que no hay nada debajo de los paneles más que tierra,” dijo.
Mientras el mundo se apresura para dejar atrás los combustibles fósiles, debemos considerar los efectos que traerá consigo la construcción de infraestructura para generación de energía. Las pequeñas plantas viviendo cerca de los paneles pueden ajustarse a la vida en nuevos microambientes, pero también puede ser que no. Tanner dijo que la moraleja de su estudio es que no sabemos lo suficiente como para saber qué efectos tendrá la infraestructura sobre las plantas. Esta falta de información complica la labor de los manejadores de tierra quienes deben diseñar estrategias de conservación para proteger a las especies vulnerables de este tipo de desarrollos. Por el momento, tanto investigadores como gestores coinciden en que es preferible continuar desarrollando infraestructura solar en tierras degradadas y en ambientes urbanos.

Brianne Palmer estudia el doctorado en ecología en el programa conjunto de la Universidad Estatal de San Diego y la Universidad de California Davis. Su investigación se enfoca en entender cómo es que los microorganismos del suelo se recuperan tras un disturbio y en la función de las comunidades microbianas para la restauración ecológica. Es una apasionada de la comunicación pública de la ciencia y en crear consciencia sobre la importancia de las plantas y del suelo. Puedes encontrarla en Twitter como @briecology.