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La educación formal reduce qué tan bien los jóvenes conocen las plantas comestibles de su región

Para los jóvenes de esta comunidad, poner pie en un salón de clases puede implicar conocer menos sobre la flora local.

En el norte de México, grupos indígenas, como los Tepehuanos del Sur, mantienen una relación cercana con su ambiente natural, incluyendo numerosas especies de plantas. Mientras la educación formal amplía su perspectiva e incrementa sus oportunidades profesionales fuera de sus comunidades, un estudio reporta que erosiona el conocimiento acerca de muchas de estas plantas. Para conservar la flora y su conocimiento, educación que valore e incluya conocimiento tradicional es esencial.

“Los chicos [Tepehuanos del Sur] que viven allá en las comunidades muchas veces se la pasan todo el día en la escuela entonces ya no le ayudan a los papás [con el] trabajo de campo, y todo el conocimiento tradicional se aprende más que nada en el campo”, explica el etnobotánico Raúl Narváez-Elizondo del Instituto Politécnico Nacional en Durango, y primer autor del estudio publicado en septiembre en Botanical Sciences.

Existen varias razones para explicar el debilitado lazo entre las generaciones más jóvenes de Tepehuanos y su flora local. “[La] migración a áreas urbanas, menor uso de su lengua indígena, y una educación formal recibida casi enteramente en español”, escriben Narváez-Elizondo y colegas en su publicación.

Los Tepehuanos del Sur son un grupo étnico que vive en el noroeste de México en los estados de Durango, Nayarit, Sinaloa y Zacatecas, con la mayoría asentados en los bosques de pino y encino en la Sierra Madre Occidental del sur de Durango. Los cerros, valles, y cañones de la Sierra albergan un alto número de especies endémicas. Y, aunque los Tepehuanos del Sur predominan en el sur de Durango, comparten el área con comunidades de Huicholes, Coras y Mexicaneros.

a) Paisaje de la ecorregión Madrense en Santa María de Ocotán, Mezquital, Durango, b) Paisaje de la ecorregión Tropical en San Miguel de Temohaya, Mezquital, Durango

Para examinar cómo la educación formal afecta el conocimiento de plantas comestible de los jóvenes Tepehuanos, los investigadores dieron cuestionarios a 162 informantes, de entre 15–30 años de edad. Entre los informantes, algunos habían recibido educación formal en un ambiente urbano (estudiantes urbanos), otros habían ido a la escuela en sus comunidades (estudiantes rurales) y otros no habían recibido educación formal (no-estudiantes). Los no-estudiantes pasan más tiempo en el campo ayudando a sus padres, quienes son los “principales difusores de conocimiento de plantas silvestres comestibles”, escriben los autores en su publicación.

Preguntas que el equipo de investigación utilizó para evaluar la familiaridad que jóvenes Tepehuanos del Sur tienen con la flora local.

De las 122 especies de plantas silvestres que los investigadores habían reportado como comestibles por los Tepehuanos del Sur, seleccionaron 20 especies que representaran diferentes ambientes de la región para incluir en los cuestionarios. Incluyeron especies comunes como Agave shrevei, y otras poco conocidas como Tripsacum dactyloides. “[Q]ueríamos incluirla para darnos una idea de realmente qué tanto saben los muchachos”, dice Narváez-Elizondo.

Los informantes vieron imágenes de cada especie y contestaron 10 preguntas acerca de cada una. Las respuestas sirvieron para calcular una calificación de conocimiento para cada informante y los datos fueron analizados para ver la relación entre la escolaridad y el conocimiento de plantas silvestres comestibles.

Los investigadores hallaron que “los no-estudiantes tienen una mayor calificación de conocimiento acerca de plantas comestibles, que los estudiantes rurales y urbanos”. También encontraron que estudiantes rurales y urbanos tuvieron puntajes muy similares en casi todos los aspectos examinados.

El grupo de investigadores también encontró que los jóvenes sin educación formal conocen mejor en qué temporadas 14 de las 20 especies están disponibles, y mostraron mayor conocimiento sobre el modo en el que se consumen o se cocinan las plantas.

Un plato con fruta de Stenocereus queretaroensis, una de las plantas incluídas en la investigación. Image credit: Raúl Narváez-Elizondo.

La opinión que los informantes tuvieron respecto a consumir plantas silvestres varía por especie. En el caso del cactus Stenocereus queretaroensis produce “un fruto muy delicioso, está bien difícil que a alguien no le guste ese fruto”, dice Narváez-Elizondo en la entrevista. No obstante, algunos informantes piensan de algunas plantas meramente como forraje o como alimento de antaño.

En cuestión de familiaridad, casi todos los informantes reportaron conocer 3 de las 20 especies seleccionadas para el estudio: Arctostaphylos pungens, Agave shrevei y Leucaena leucocephala. Su popularidad, sin embargo, se debe a distintas razones.

En el caso del arbusto Arctostaphylos pungens, su amplia distribución en la región explica por qué los informantes la conocen, dice Narváez-Elizondo y agrega que sus pequeños frutos rojos son principalmente comidos crudos, aunque algunas personas los usan para hacer agua de sabor.

La notoriedad de Leucaena leucocephala, en cambio, se debe más a prácticas humanas que a ubicuidad natural. Este árbol, cuyos retoños se cocinan, y semillas se comen crudas o molcajeteadas en salsa, crece en las áreas más bajas y cálidas de la Sierra. Narváez-Elizondo dice que las semillas son un producto común que se puede conseguir en comunidades a mayores altitudes.

Además de las 20 especies seleccionadas por los investigadores, los informantes escribieron una lista de otras plantas comestibles de la región. Las contribuciones de todos los informantes resultaron en una lista con 48 especies de plantas adicionales. Comparando las listas de los tres grupos, los investigadores vieron que “los no-estudiantes presentaron la lista más extensiva de taxones comestibles”, lo que demuestra su mayor familiaridad con las plantas comestibles silvestres de la región.

Los autores recomiendan la promoción del conocimiento ecológico tradicional en la educación formal. Escriben que, además de contenido teorético, la incorporación de actividades etnobotánicas en el campo, eventos etnogastronómicos y proyectos de jardinería ayudarían a “conservar y revitalizar este valioso patrimonio biocultural”.

ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN:

Narváez-Elizondo, R. E., González-Elizondo, M., Castro-Castro, A., González-Elizondo, M. S., Tena-Flores, J. A., & Chairez-Hernández, I. (2021). Comparison of traditional knowledge about edible plants among young Southern Tepehuans of Durango, Mexico. Botanical Sciences, 99(4), 834-849. https://doi.org/10.17129/botsci.2792

Actualizado el 8 de febrero para mayor claridad.


Patrick Gibson se graduó con honores en Ciencias Biológicas de Arkansas State University Campus Querétaro. Está interesado en las diferentes facetas de la botánica y le gusta compartir con otras personas su fascinación por las plantas y la ciencia. Síguelo en Twitter @pgibsonc.

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